miércoles, 6 de abril de 2011

Odio









El odio son las cosas que te gustaría hacer con el locutor deportivo
de la radio del vecino esos domingos por la tarde.

El odio son las cosas que te gustaría hacer
con el macaco de uniforme que sentencia -arma
al cinto- que el semáforo no estaba en ámbar, sino en rojo.

El odio son las cosas que te gustaría hacer
con el cívico paleto vestido de payaso
que te dice que no se permiten perros en el parque.

El odio son las cosas que te gustaría hacer
con la gente que choca contigo por la calle
cuando vas cargado con las bolsas de la compra
o un bidón de queroseno para una estufa
que en cualquier caso no funciona.

El odio son las cosas que te gustaría hacer
con los automovilistas cuando pisas un paso de peatones
y aceleran.

El odio son las cosas que te gustaría hacer
con el neandertal en cuyas manos alguien ha puesto
ese taladro de percusión.

El odio son las cosas que te gustaría hacer
cuando le dejas un libro a alguien
y te lo devuelve en edición fascicular.

El odio es una edición crítica de Góngora.

El odio son las campanas de la iglesia
en mañanas de resaca.

El odio es la familia.

El odio es un cajero que se niega a darte más billetes
por imposibilidad transitoria de comunicación con la central.

El odio es una abogada de oficio
aliándose con el representante de la ley
a las ocho de la mañana en una comisaría
mientras sufres un ataque de hipotermia.

El odio es una úlcera en un atasco.

El odio son las palomitas en el cine.

El odio es un cenicero atestado de cáscaras de pipa.

El odio es un teléfono.

El odio es preguntar por un teléfono
y que te digan que no hay.

El odio es una visita no solicitada.

El odio es un flautista aficionado.

El odio  en estado puro
es retroactivo, personal
e intransferible.

El odio es que un estúpido
no entienda tu incomprensión,
tu estupidez.

El odio son las cosas que te gustaría hacer
con este poema si tu pluma
valiera su pistola.




No hay comentarios:

Publicar un comentario