Nunca he visto un negro así. Se le metía una cosa en la cabeza y ya no había forma de sacársela. Nunca he visto a un negro que le tuviera tanta manía a Salomón. Así que me puse a hablar de otros reyes y dejé en paz a ése. Le hablé de Luis XVI, al que le cortaron la cabeza en Francia hacía mucho tiempo, y de su hijo pequeño, el delfín, que habría sido rey, pero se lo llevaron y lo metieron en la cárcel y algunos dicen que allí se murió.
– Pobrecito.
– Pero otros dicen que se escapó y que vino a América.
– ¡Eso está bien! Pero se sentirá muy solo... Aquí no hay reyes, ¿verdad, Huck?
– No.
– Entonces no puede conseguir trabajo. ¿Qué va a hacer?
– Bueno, no sé. Algunos se hacen policías y otros enseñan a la gente a hablar francés.
– Pero, Huck, ¿es que los franceses no hablan como nosotros?
– No, Jim; tú no entenderías ni una palabra de lo que dicen... ni una sola palabra.
– Bueno, ¡que me cuelguen! ¿Porqué?
– No lo sé, pero es verdad. He visto en un libro algunas de las cosas que dicen. Imagínate que viene un
hombre y te dice «parlé vu fransé»; ¿qué pensarías tú?
– No pensaría nada; le partiría la cara; bueno, si no era blanco. A un negro no le dejaría que me llamara eso.
– Rediez, no te estaría llamando nada. No haría más que preguntarte si sabes hablar francés.
– Bueno, entonces, ¿por qué no lo dice?
– Pero si es lo que está diciendo. Así es como lo dicen los franceses.
– Bueno, pues es una forma ridícula de decirlo y no quiero seguir hablando de eso. No tiene sentido.
– Mira, Jim; ¿hablan los gatos igual que nosotros?
– No, los gatos no.
– Bueno, ¿y las vacas?
– No, las vacas tampoco.
– ¿Hablan los gatos igual que las vacas o las vacas igual que los gatos?
– No.
– Lo natural y lo normal es que hablen distinto, ¿no?
– Claro.
– ¿Y no es natural ni normal que los gatos y las vacas hablen distinto de nosotros?
– Hombre, pues claro que sí.
– Bueno, entonces, ¿por qué no es natural y normal que un francés hable diferente de nosotros? Contéstame a ésa.
– Huck, ¿son los gatos iguales que los hombres?
– No.
– Bueno, entonces, no tiene sentido que los gatos hablen igual que los hombres. ¿Son las vacas iguales que los hombres? ¿O son las vacas iguales que los gatos?
– No, ninguna de las dos cosas.
– Bueno, entonces no tienen por qué hablar como los hombres o los gatos. ¿Son hombres los franceses?
– Sí.
– ¡Pues entonces! Dita sea, ¿por qué no hablan igual que los hombres? Contéstame tú a ésa.
Vi que no tenía sentido seguir gastando saliva: a los negros no se les puede enseñar a discutir. Así que lo dejé.
Gracias por regalarme ilusión.
ResponderEliminarHasta pronto.
pfff pero que necio que es!
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