miércoles, 15 de diciembre de 2010

El Idioma



Nunca he visto un negro así. Se le metía una cosa en la cabeza y ya no había forma de sacársela. Nunca he visto a un negro que le tuviera tanta manía a Salomón. Así que me puse a hablar de otros reyes y dejé en paz a ése. Le hablé de Luis XVI, al que le cortaron la cabeza en Francia hacía mucho tiempo, y de su hijo pequeño, el delfín, que habría sido rey, pero se lo llevaron y lo metieron en la cárcel y algunos dicen que allí se murió.



– Pobrecito.

– Pero otros dicen que se escapó y que vino a América.

– ¡Eso está bien! Pero se sentirá muy solo... Aquí no hay reyes, ¿verdad, Huck?

– No.

– Entonces no puede conseguir trabajo. ¿Qué va a hacer?

– Bueno, no sé. Algunos se hacen policías y otros enseñan a la gente a hablar francés.

– Pero, Huck, ¿es que los franceses no hablan como nosotros?

– No, Jim; tú no entenderías ni una palabra de lo que dicen... ni una sola palabra.

– Bueno, ¡que me cuelguen! ¿Porqué?

– No lo sé, pero es verdad. He visto en un libro algunas de las cosas que dicen. Imagínate que viene un

hombre y te dice «parlé vu fransé»; ¿qué pensarías tú?

– No pensaría nada; le partiría la cara; bueno, si no era blanco. A un negro no le dejaría que me llamara eso.

– Rediez, no te estaría llamando nada. No haría más que preguntarte si sabes hablar francés.

– Bueno, entonces, ¿por qué no lo dice?

– Pero si es lo que está diciendo. Así es como lo dicen los franceses.

– Bueno, pues es una forma ridícula de decirlo y no quiero seguir hablando de eso. No tiene sentido.

– Mira, Jim; ¿hablan los gatos igual que nosotros?

– No, los gatos no.

– Bueno, ¿y las vacas?

– No, las vacas tampoco.

– ¿Hablan los gatos igual que las vacas o las vacas igual que los gatos?

– No.

– Lo natural y lo normal es que hablen distinto, ¿no?

– Claro.

– ¿Y no es natural ni normal que los gatos y las vacas hablen distinto de nosotros?

– Hombre, pues claro que sí.

– Bueno, entonces, ¿por qué no es natural y normal que un francés hable diferente de nosotros? Contéstame a ésa.

– Huck, ¿son los gatos iguales que los hombres?

– No.

– Bueno, entonces, no tiene sentido que los gatos hablen igual que los hombres. ¿Son las vacas iguales que los hombres? ¿O son las vacas iguales que los gatos?

– No, ninguna de las dos cosas.

– Bueno, entonces no tienen por qué hablar como los hombres o los gatos. ¿Son hombres los franceses?

– Sí.

– ¡Pues entonces! Dita sea, ¿por qué no hablan igual que los hombres? Contéstame tú a ésa.

Vi que no tenía sentido seguir gastando saliva: a los negros no se les puede enseñar a discutir. Así que lo dejé.









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